sábado, 27 de septiembre de 2008

MI ABUELITA ROSALÍA MURIÓ EL 9 DE MARZO DE 2009 A LOS 101 AÑOS

A ALEJANDRA (a A. Pizarnik)

sòlo la guitarra y sus arpegios

verano infantil

vértigo aproximándose
las fiestas sin letargos

rompo los paréntesis
que enmarcan los puntos suspensivos
que doy a luz
entre idea encerrada
e idea encerrada

no me importa ser pobre
porque entonces puedo ver
el rojo de mis únicos zapatos
y recordar mis danzas de nunca jamás

en la playa
donde se besan los grillos

un día nací

ahora estamos solas

todos se van
y guardo la memoria
en los espacios vacíos
de la biblioteca

desfilan ante mí los muros

mi mano se desliza sobre el blanco
mis ojos ven la blancura nocturna
de tu blanco

caen gotas de rocío
el amanecer es sólo el aclararse del cielo

me detengo en los instantes
inmóvil en el presente
sin extensiones pasadas
sin ansiedades futuras

te leo

escucho tu voz desconocida
y viajo

arrastrada
por tu viento

(fragmento) (2003)

En Gessell, Javier pasaba los atardeceres en la playa,tendido sobre la arena, y navegando en silencio por miles de recuerdos entremezclados. Solía a veces llorar discretamente, y regodearse con cierto raro placer en su pesada melancolía, su rica nostalgia, surtida de sensaciones e imágenes de toda época, casi todas ellas trágicas o bellas, aunque estas últimas lejanas... tristes. No era un hombre feliz; apenas sentía en su memoria, vívidamente, felicidades intensísimas que en realidad jamás había experimentado. Esos anhelos casi tan palpables como realidades, esa dicha que parece cierta en virtud del ahínco con que se la ha ansiado y construido mentalmente desde tiempos distantes. Tiempos como la pubertad, en los que se cree en una felicidad absoluta que llegará de un momento a otro, alguna vez, en el clímax de la existencia, y se quedará para siempre. Aunque cuando nos vamos internando a través del túnel oscuro de los años el sufrimiento se envilece, se contamina, se va volviendo más y más ignominioso y añoramos, por ejemplo, nuestra solitaria infancia como si hubiese sido hermosa, aunque esta ilusión se deba únicamente a que aquella infelicidad infantil era más pura... y queremos volver a resguardarnos en aquel soleado sitio en el que al menos estábamos en la paz de lo incorrupto, con la eternidad llena de esperanza

NATURALEZA MUERTA (o El Vacío) (2004)

NATURALEZA MUERTA ( o El Vacío)
Ruidos opacos. Manzanas grises. Una jarra vacía. Pétalos de claveles disecados esparcidos sobre una colcha gastada. Ojeras dibujadas en el espejo indiferente. Mudez. Alegría maniatada. Veladores cansados con su luz desvaída. Un inexorable vaciarse del vacío. Cadenas enmohecidas. Lágrimas secas. Penumbra uterina. Belleza color sepia. Instinto embalsamado. Ceguera rígida frente a un muro descascarado.
Por favor.

BLACIE Y YO

CINTI Y YO

LEANDRO Y YO

GILDA Y YO

(de perincipios de 2004)

Despierto después del mediodía, en el segundo día del año. Tengo la vista mareada y una sensación de horror irreal recorre mi cuerpo y me subyuga la mente. Urgente, urgente oír una voz humana hablándome a mí. Pero el servicio telefónico se bloquea siempre en el momento más inoportuno. La computadora se ha rebelado y mezquina mis escritos; me dice: “apretá una tecla y seguí.”; luego: “apagá el equipo, estúpida, te robé tus letras y tal vez para siempre.”
Con esta sensación de haber muerto recién y una desnudez novedosa y extraña pongo música para que se callen las voces de mi locura, que nada dicen, pero cuyo tono es horrendo.
Durante mi vista sigue borrosa. La alegría amarilla de los Beatles me desgarra y me invade de insípida tristeza.
Y manuscribo nuevamente. El cuaderno me acoge en sus hojas uterinas y la lapicera va conmigo de mi mano; fieles hasta siempre, en cualquier lugar y bajo cualquier cielo, cualquier techo, gratuitamente, en cualquier momento. Estaré bien mientras tenga tenga papel y tinta, yerba, azúcar y agua caliente. ¡Y tengo más! Mucho más. Una gata Mimosa duerme a mis pies. Cuando me extraña, cuando me recibe, cuando de mí de pende y lealmente lo demuestra, me recuerda, aún en felino silnecio, que no debo morir.
Junto al mar, un hombre que no me conoce y al que no conozco piensa en mí durante el día, feliz, enamorado de todo y de nada.
Mi último enamoramiento, coincidente con la llegada de Guillermo a mi vida, desapareció como una Sueve brisa que se aquieta, junto con la primavera fallecida. El ensueño se esfumó, el cielo azul se llenó de nubes grises e insulsas, los jazmines fragantes se marchitaron y los pajaritos se fueron volando, claro. Quedó sólo Guillermo a secas, exponiendo todos sus defectos, como el Príncipe de la Nostalgia. Mis ojos dejaron de resplandecer y ahora miran al suelo, como antes. Y mientras escribo estas cosas me doy cuenta de que n es imprescindible una ventisca de amor quinceañero para ver el cielo; bastará con que salga al patio ahora mismo, alce mi cabeza e instale mis pupilas en lo alto...
Tendré música mientras tenga voz. Porque todos tenemos derecho a cantar, bien o mal, como sea. Y si grito menos en la angustia, si depongo la ira vana, tendré gloria en mi garganta para eternas melodías. Y siempre habrá una guitarra sonando en algún lado. Será suficiente caminar, sin temor, hacia alguna plaza llena de gente, de oxígeno, de estrellas. Habrá siempre partituras, siempre habrá un lutier, siempre habrá un músico o al menos un simple ejecutante.
Quiero sostener este frágil optimismo en medio del temor. Quiero lograrlo por hoy. Que las fobias les den un respiro a mis ganas amordazas.